domingo, 27 de septiembre de 2009
Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Paul Cocksedge y Life 01 light
Paul Cocksedge con otra de sus fabulosas luminarias.
martes, 22 de septiembre de 2009
En la ciudad de Sylvia, película de José Luis Guerin
PEDRO SALINAS, por María Zorzano
El primer poema retrata la relación que tuve hace mucho tiempo con alguien a quien amé profundamente, y que fue un amor no correspondido…
La forma de querer tú
Es dejarme que te quiera.
El sí con que te rindes
Es el silencio. Tus besos
Son ofrecerme los labios
Para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
Me dirán que tú existías,
Que me quisiste: jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
Mapas, augurios, teléfonos;
Tú no.
Y estoy abrazado a ti
Sin preguntarme, de miedo
A que no sea verdad
Que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
Sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
Con preguntas, con caricias,
Esa soledad inmensa
De quererte sólo yo.[1]
Quien me obsequió el libro fue un compañero y amigo de la Facultad de Filosofía y letras. Él fue mi amor platónico, y el segundo poema refleja claramente lo que sentía por él.
Lo encontraremos, sí.
Nuestro beso. ¿Será
En un lecho de nubes,
De vidrios o de ascuas?
¿Será
Este minuto próximo,
O mañana, o el siglo
Por venir, o en el borde
Mismo ya del jamás?
¿Vivos, muertos? ¿Lo sabes?
¿Con tu carne y la mía,
Con mi nombre y el tuyo?
¿O ha de ser ya con otros
Labios, con otros nombres
Y siglos después, esto
Que está queriendo ser
Hoy, aquí desde ahora?
Eso no lo sabemos.
Sabemos que será.
Que en algo, sí y en alguien
Este amor que inventamos
Sin tierra ni sin fecha
Donde posarse ahora:
El gran amor en vilo.
Y que quizá, detrás
De telones de años,
Un beso bajo cielos
Que jamás hemos visto,
Será, sin que lo sepan
Esos que creen dárselo,
Trascendido a su gloria,
El cumplirse, por fin,
De ese beso impaciente
Que te veo esperando,
Palpitante en los labios.
Hoy
Nuestro beso, su lecho,
Están solo en la fe.[2]
lunes, 21 de septiembre de 2009
Georgia O'Keeffe
viernes, 18 de septiembre de 2009
LEER Y LEER, por Marta Nualart
Le pedí a Marta Nualart, amiga de toda la vida y a quien quiero y admiro enormemente, que escribiera un texto para este blog. Acabo de recibirlo y, la neta, me encantó. Es el siguiente:
Escribo para tu blog, querida Blanca, a pedido tuyo. Ya sé que no necesitamos de pretextos para nuestras afinidades: hemos recorrido la vida en torno a nuestras afinidades, una de ellas son los libros. Hace pocos días fuimos juntas a las librerías de viejo que tanto te encantan: las de la calle de Donceles. Me compartiste otra vez tus caminos preferidos, como antes me hiciste conocer a Led Zeppelín, a Pink Floyd en sesiones musicales sensacionales.
Comparto contigo la pasión por los libros y cada una lo expresa en su estilo.
Leer es, para mí, una manera de ver, es una manera de conocer, es interpretar textos. Leer nos convierte en hermeneutas, cosmonautas, cineastas, guionistas, aventureras, nómadas incansables, aficionadas al sueño, a las utopías. Leer nos comunica con el mundo de lo posible y con el de la fantasía (el que más nos gusta a quienes nos apasiona la literatura). Claro, porque hay una diferencia entre leer y leer. Y yo elegí leer libros de literatura: novelas, algunos cuentos, novelas cortas, novelas río, biografías, biografías noveladas, diarios, prosa poética y algo de poesía-perlanegrainencontrable -. Pero sobre todo me gusta leer novelas.
Desde que me convencí de que leer era la actividad más placentera y creativa que había en la vida —a cambio de vivir la verdadera vida—, me propuse hacer una lista de libros leídos: por un tiempo la empecé a hacer, pero luego la olvidé. Craso error, porque ahora me regodearía con la larga lista de mi sapiencia; sapiencia cuantimás dudosa, ya que en una lista, en una estantería o en la propia memoria, resaltan sólo pocos títulos.
Cuando tuve que decidir a qué dedicarme, fantaseaba con trabajar en una librería y así tener miles de libros a mi disposición sin necesidad de comprarlos o acumularlos en el poco espacio de mi —entonces— cuarto.
Nunca trabajé en una librería, en cambio me dediqué a ser fonotecaria, que en realidad era como ser librera, pero de sonidos, especialmente de música.
Por muchos años tuve a mi disposición inmensas fonotecas: cintas, discos LP, discos compactos. El chiste no era tenerlos sino escucharlos. A los libros por ende, —me dije— también hay que escucharlos.
¡Y por azares del destino acabé trabajando durante diez años en una biblioteca!
Feo caso, pero descubrí que a la mayoría de los bibliotecarios no les gustan los libros.
Yo, en cambio, cada día invento un buen pretexto para tener un libro cerca de mi vista, los pongo sobre mi buró con la esperanza de ganarle la partida a la pantalla de TV. No hay comparación. Los libros siguen brillando aun frente a la competencia seductora de las imágenes. No me privo de ninguna opción, pero me atrapan los libros que se apilan cerca de mí, tan quietos y tan aparentemente inocentes…
El primer gran libro en mi vida —aunque nunca lo leí— , era un libro infantil: Criaturas acuáticas, creo, se titulaba. Carezco de datos más precisos, pero lo que sí tengo muy presente son sus tapas verdes de piel, sus pocas imágenes, en este caso pequeños y enigmáticos grabados dispersos a lo largo del texto. Nunca lo leí, tal vez porque no tenía la edad suficiente, pero la verdad es que ese libro, como objeto, me es tan significativo que fue el que desató mi pasión por los libros.
Los libros se clasifican por títulos, por autores, pero para mí son también objetos que encierran mundos codiciados, secretos por develar, signos que brillan como el papel paspartú, como la diamantina.
Ando cargando de casa en casa con esos pocos libros que a veces vuelvo a leer o regalo sin parar. He leído muchos libros prestados y muchos he prestado, aunque me cuido bien de prestar libros a quienes no los leen.
El mundo alucinante, de Reinaldo Arenas, es un libro que he leído dos o tres veces y que me fascina, aunque no lo tengo. Me fascina su historia y la metáfora que encierra, me fascina saber que Fray Servando Teresa de Mier, nombre que para mí significaba tan sólo una calle de mi ciudad, fue el personaje que el escritor cubano eligió como símbolo de su propia vida: la cárcel de las ideas versus la libertad de la imaginación. Nunca he leído un libro más alucinante salvo, quizás, las obras de Rimbaud. Anoté una frase que Arenas pone en palabras de Fray Servando: “Orlando, rara mujer…”, extraño lugar para encontrar esa cita insólita en Fray Servando, pero simbólica para Arenas, cita que me condujo de nuevo a Virginia Woolf, cuya novela Orlando es otra reiterada lectura que suelo comprar siempre para regalar, como también Fuegos, de Marguerite Yourcenar, librito que he leído cuatro veces.
De los cientos de libros que se editan diariamente, jamás podría llegar a leerlos todos —cosa que tampoco me preocupa— aunque la lista de espera es larga.
Como tú, poseo más libros de los que alcanzo a leer, curiosamente me deshago de los que más me importan.
Sabio consejo el de la regla N° XIII del librero de finales del Siglo XVIII: "Una vez leído, no lo retengas".
Leer satisface mi curiosidad, me sirve para indagar en lugares prohibidos, para seguir rutas. Un libro me conduce a otro siempre, me lleva de la mano y sin querer se van trazando mapas.
Por ejemplo, hacía tiempo que buscaba el Diario de Andre Gide; ya antes había leído El inmoralista y me pareció que no decía las cosas que esperaba escuchar. A la par de la tan anhelada lectura del Diario, encontré entre mis libros Los cuadernos de la Petit Dame, de Elisabeth van Rysselberghe, un diario alterno al de Gide, pues Elisabeth fue la madre de la hija del famoso autor. Ella describe con amor a un André Gide más humano que el que se lee en su diario, ella da detalles que Gide jamás menciona. Era la introducción que necesitaba para iniciar esa lectura tan deseada (más que introducción, fue un libro complementario: una especie de anexo revelador). De todas formas, ¡qué decepción que él haya omitido tantas cosas que vivió!, que no quiso o no pudo narrar pródigamente, honestamente, como muchos de sus seguidores hubiésemos deseado: en primer lugar, sus propias vivencias, y también sus encuentros con Wilde, con Proust, con Cocteau, lamentables omisiones cuyas raíces —sospecho—, parten de su temor a la condena; una especie de "No quiero ruidos con la inquisición", frase significativa expresada por Sor Juana en su famosa Respuesta a Sor Filotea. El miedo, persistente y amenazadora sombra que acecha a la libertad bajo diversos nombres: culpa, castigo, tortura, cárcel, censura, muerte.
Alguna vez, con motivo de una mudanza en casa de uno de mis hermanos en Monterrey, encontré una caja con libros para desechar. Dos de ellos llamaron poderosamente mi atención: sabía que eran libros muy valiosos, muy hermosos, eran tesoros que los inquilinos anteriores tiraron a la basura. Me quedé con ellos. No encuentro palabras para describirlos: Anacreonte, Safo y Tirteo, traducidos del griego en prosa y verso por Don José del Castillo Ayensa de la Real Academia Española. Madrid en la Imprenta Real 1852. El otro de Virgilio: Traducción de las obras del príncipe de los poetas latinos P. Virgilio Maron a verso castellano. Dividida en quatro tomos. Tomo II. Que contiene los quatro primeros libros de LA ENEIDA Por D. Joseph Rafael Larrañaga. México, en la Oficina de los Herederos del Lic. D. Joseph de Jauregui, Calle de San Bernardo. Año de 1787.
Me gusta pensar que este libro bien hubiera podido pertenecer a la biblioteca de Fray Servando Teresa de Mier. Son mis tesoros y aun así, he pensado en donarlos a alguna biblioteca para compartirlos y conservarlos de manera adecuada, desgraciadamente el ofrecimiento que hice a la biblioteca en la que trabajé durante diez años fue recibido con tal desinterés y frialdad que…siguen conmigo.
Podría contar un montón de anécdotas sobre el tema, pero menciono por último la frase de Alessandro Baricco que, hojeando por ahí, descubrí y anoté recientemente: “Un libro es un viaje para caminantes pacientes”.
Pues sí, un libro es, para unos, tarea de paciencia y para otras como yo, es sólo una gota que no sacia mi sed. Las bibliotecas, las librerías, las colecciones de libros, se convierten entonces en una llave que abre un chorro alborotado de agua corriente.
Esa sensación de impaciencia ante los miles de libros que esperan en mi lista, es una de las cosas que comparto contigo, amiga Blanca, e intuyo que, como a mí, te obsesiona la interpretación de los signos o simplemente la visión de las letras. El fotomontaje que encabeza mi texto es un ejemplo de la importancia que las letras, las palabras como imágenes me provocan.
Luis Britto García
jueves, 17 de septiembre de 2009
ANDA NADA, de Luis Britto García
Hará unos treinta años (más o menos), vi una obra de teatro que me fascinó: Venezuela tuya. La obra era, según recuerdo, una sátira política llena de humor y de canciones que hubiese querido escuchar hasta memorizarlas. Los actores eran venezolanos y se presentó en México por muy corto tiempo, tal vez en Ciudad Universitaria, tal vez en algún teatro del INBA.
En aquel tiempo no había internet y no pude hallar prácticamente ningún dato sobre el autor, el director o sobre la puesta en escena. Sólo supe que el grupo teatral se llamaba Rajatabla, y en algún cuaderno escolar anoté el título y el autor: Luis Britto García. (Por cierto, fue con Rajatabla que Britto García ganó en 1970 el Premio de Cuentos Casa de las Américas.)
Años después leí otro libro suyo que me encantó: Abrapalabra. Y es ahora (en este justo instante) cuando ato cabos y constato que el nombre de este blog surgió inconscientemente de este título maravilloso.
Lo peor es que sigo sin saber gran cosa de este escritor que tanto me gusta. Hace unos minutos leí algo sobre él en alguna página de internet y en la solapa del libro Anda Nada, que, supongo, también puede leerse Andanada. Y prefiero no decir nada sobre el autor, sino dejar que lo conozcan (quienes no lo conozcan) por medio de dos minitextos o minirrelatos o comoquiera que se llamen.
No sé dónde leí hace tiempo que acababa de publicar Anda Nada y corrí a buscarlo en los catálogos virtuales de varias librerías de México. Lo tuvieron en la Gandhi, pero cuando di con él ya era tarde, pues el libro ya no estaba disponible. Entonces no tuve más remedio que pagar el triple (o más) haciendo el pedido a la librería Santa Fe, de Buenos Aires, Argentina, país que acepta pagos mediante Western Union, pues carezco de tarjeta de crédito y hasta hoy no he dado con ninguna librería española que acepte otro tipo de pago.
El libro me llegó ayer y brinqué de gusto al recibirlo. En la página legal me entero de que el libro tiene un formato DuraBook, es decir que "utiliza una tecnología revolucionaria que lo hace completamente impermeable y de larga duración, lo cual me alegra y entristece a la vez, pues el libro vivirá más que yo (al igual que todos los demás libros que pueblan mi bilbioteca, aunque no sean impermeables, pues está en su naturaleza vivir más que los humanos que los leen o los escriben).
En la misma página legal leo que "la reproducción parcial o total de esta obra no puede realizarse en manera alguna ni por ningún medio sin consentimiento previo y por escrito de la editorial", lo cual es exactamente lo que voy a hacer ahora contraviniendo dicho estatuto (o como se llame).
Así pues, reproduzco a continuación dos minitextos o minijoyas de Luis Britto García, aunque para muestra basta un botón.
Doñana no está aquí, ni está en su vergel. No poda la rosa, ni corta el clavel. Doñana se fue paseando hasta las puertas del cielo, donde no la dejan entrar porque ella no existe. Ni el cielo tampoco.
Se mete en una fiesta el extraño ser que goza apenando a la gente con el juego de tú no te acuerdas de mí pero yo sí me acuerdo de ti, y la primera víctima como es lógico no se acuerda de él, pero tampoco se acuerdan ni la segunda ni la tercera ni la cuarta, la quinta no tiene ni idea y así sucesivamente. La misma noche el extraño ser de cuyo nombre no quiero acordarme se mete en tres cuatro cinco, diez reuniones tratando de avergonzar a quienes no se acuerdan de él pero es él quien resulta humillado porque ni un solo memorioso tiene la menor idea de quién pudiera tratarse, y al salir a la calle el extraño ser se da cuenta de que tampoco él se acuerda de quién es él mismo.
jueves, 10 de septiembre de 2009
ESPIDO FREIRE
La escritora Espido Freire (Bilbao. 1974) reconoce que fue bulímica. Lo reconoce y lo escribe en el libro «Cuando comer es un infierno» (Aguilar) en el que denuncia, a base de testimonios, las razones por las que miles de jóvenes sucumben ante este mal.
- ¿Por qué lo ha escrito?
- "Cuando comer es un infierno» es un libro de testimonios. Las mujeres que me han confiado sus casos no han cometido ningún pecado, ninguna falta de la que deban confesarse, ni por la que deban pedir la absolución. Reconocer que se ha padecido una enfermedad que tiene que ver con el comportamiento y con los afectos y que no posee un origen física resulta aún muy complicado en la sociedad actual- tiende a asociarse con el descontrol, con la locura, con las manías. Por otro lado, al haberse clasificado como una enfermedad de adolescentes, se ha considerado hasta hace muy poco como poco más que una tontería. Por supuesto que es aún difìcil admitir una bulimia, una anorexia, no tanto por las/los enfermos, que están deseando hablar de ello sin que se les suponga vergonzoso, sino porque por lo general se encuentran en un entorno que juzga y encorseta sus sentimientos, que tiende al ocultamiento. Pero mi deber ético como escritora, como una voz lo suficientemente afortunada como para ser escuchada, es la de prestarla a los que no pueden hablar y creo que el tema es serio, muy serio, tan serio que no me bastaba con escribir artículos sobre ello.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Experiencias extremas, S. A.
Entretenidísima novela (¿de ciencia ficción?) que explora las posibilidades y peligros de la realidad virtual.
FUEGOS ARTIFICIALES en la CINETECA NACIONAL
Parecería que no puede haber poesía en una película sobre dos policías (japoneses, en este caso). Y, sin embargo, el contraste —o el equilibrio— entre la violencia rabiosa-justiciera de uno de ellos y la paz casi absoluta que emana de las pinturas del otro, da como resultado un filme de enorme belleza.
Con esta película, Takeshi Beat Kitano (escritor, director, editor y actor de la misma) ganó en 1997 el León de Oro en el Festival de Venecia.
Fuegos artificiales (Hana-bi), también traducida como Flores de fuego, se proyectará solamente el jueves 10 de septiembre en la Cineteca Nacional (http://www.cinetecanacional.net/), a las 18:00 y 20:30 hrs.
Ojalá tengan oportunidad de verla mañana en la sala 4, o por lo menos en un DVD pirata (en México no se consigue original).
martes, 8 de septiembre de 2009
Libros leídos este año hasta ahora
Estamos en septiembre y de los cien libros que deseo leer este año sólo llevo treinta y dos. Anoto a continuación los títulos y los autores. Más adelante escribiré mis impresiones acerca de ellos.
John Katzenbach, La historia del loco.
Rius, Diccionario de la estupidez humana.
Michael Connelly, Hielo negro.
Roberto Pliego, El libro inútil.
Franz Kreuzer, Vivir es aprender. Conversaciones con Konrad Lorenz.
Yashar Kemal, El halcón.
Juan José Millás, La viuda incompetente y otros cuentos.
Haruki Murakami, Tokio blues.
Natalia Ginzburg, Querido Miguel.
Georges Perec, W o el recuerdo de la infancia.
Ana María Shua, La muerte como efecto secundario.
V. S. Naipaul, Un recodo en el río.
Christopher Priest, Experiencias Extremas, S. A.
José Antonio Millán, Perdón, imposible.
Espido Freire, Cuando comer es un infierno. Confesiones de una bulímica.
Blaise Cendrars, Ron. La aventura de Jean Galmot.
Martha Cerda, Toda una vida.
Rosa Montero, Crónica del desamor.
Georges Simenon, Tres habitaciones en Manhattan.
Raymond Carver, Catedral.
Jim Thompson, El asesino dentro de mí.
Henning Mankell, La leona blanca.
Arturo Pérez-Reverte, La reina del Sur.
André Schiffrin, La edición sin editores.
Sidney Sheldon, Más allá de la medianoche.
Rodrigo Muñoz Avia, Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos.
Martha Cerda, Y apenas era miércoles.
Enrique Serna, El miedo a los animales.
Ana María Shua, Temporada de fantasmas.
Chester Himes, Algodón en Harlem.
Ferdinando Camon, Un altar para la madre.
Ana María Shua, Mascotas inventadas.
CIEN LIBROS
Como viene a cuento, citaré una frase de José Emilio Pacheco que leí en un artículo suyo sobre Los demasiados libros, de Gabriel Zaid: "A libro por semana, se requieren treinta años para leer lo que se publica en un solo día".
En fin, supongo que este tipo de preocupaciones sólo las tienen los que, como yo, compran más libros de los que pueden leer. Suelo decir que mi cuñado César es sabio, pues compra un libro, lo lee y luego lo coloca en el librero. Yo compro tres, diez o veinte y me digo que después los leeré, y sigo acumulando... Incluso he comprado libros que ya había comprado antes.
No tengo disciplina ni para leer. Vaya, sí leo, y enloquezco en las librerías. Tal vez me gusta imaginar que seré casi inmortal y que tendré tiempo de sobra. Por eso ahora que constato con cierta angustia que los años pasan, que comienzo a envejecer, que el tiempo se me agota, entro en crisis y limpio los estantes de todos mis libreros, en primer lugar porque me encanta este reencuentro con mis libros, porque ordenados y desempolvados se ven brillantes, y en segundo lugar porque espero hacer espacio para que quepan los nuevos deshaciéndome de algunos que no pienso leer nunca o que ya leí y que no releeré, pero los que se resisten a dejarme después de estas "limpias", me parecen imprescindibles todos por diversas razones, y entonces tengo que guardar los nuevos en bolsas o en cajas, e ir haciendo espacio para ellos a medida que vaya leyendo y desechando los que no me interese conservar, pero este sistema es lentísimo, pues hasta ahora no he logrado leer ni sesenta libros al año. Y de estos sesenta, conservo alrededor de cuarenta, lo cual deja espacio sólo para veinte libros nuevos. Además, en lo que va de este año (considerando que compro bastantes en librerías de viejo) deben haber entrado en mi biblioteca cuando menos cincuenta libros. Así pues, sin disciplina ni espacio suficientes, comienza a darme una especie de paranoia de lo que no supe (como sí lo hizo mi cuñado) organizar o manejar a tiempo.
Estoy consciente de que mis libros comienzan a estorbar o importunar a otros, de que me aguardan más crisis paranoicas, de que nunca leeré todos los que tengo y de que, pese a todo ello, seguiré adquiriendo más y más libros, pues es mi adicción más placentera, y que, frente a un libro deseado, cualquier posible crisis paranoica me viene guanga.
domingo, 6 de septiembre de 2009
sábado, 5 de septiembre de 2009
A 40 años de Woodstock 1969
Si deseas recordar Cómo fue el Festival de Woodstock 1969, te invito a ver un video corto en http://www.practicopedia.com/. En esta misma dirección (es una web española), hay información de todo tipo, tanto en videos de corta duración, como textos y gráficos. En la sección o categoría de juegos y hobbies es donde puedes ver el de Woodstock, pero también los siguientes:
Cómo construir un reloj de sol
Cómo hacer una mariposa de papel
Cómo atracar un barco
Cómo hacer un hormiguero casero
Cómo leer la mano
Cómo hacer un grafiti
Cómo hacer una animación con stop motion...
Otras categorías (con subcategorías) son, por ejemplo: viajes, música y baile, salud, moda y belleza, mascotas, idiomas, fiestas, etcétera.
A mí me gustaron los de Cómo bailar una rumba y Cómo mover el mantón en flamenco a ritmo de soleá por bulería http://musica-y-baile.practicopedia.com/como-mover-el-manton-en-flamenco-ritmo-de-solea-por-buleria-2081, porque Lorena Brea tiene salero y lo hace parecer muy sencillito.
jueves, 3 de septiembre de 2009
Memoria
(Del lat. memorĭa).
1. f. Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado.
No hay modo de controlar el recuerdo. Muy pronto caemos en vacilaciones y dudas al querer evocar hechos, considerados tan importantes en su día que pensamos no los olvidaríamos jamás. O nos sentimos incapaces de reconstruir el rostro de alguien que, lo habríamos jurado, se nos grabó en la memoria para siempre. Por otra parte, recuerdos triviales e insignificantes pueden acompañarnos, indelebles, toda la vida.
martes, 1 de septiembre de 2009
Villa (o Peña de) Bernal
Estoy escribiendo puras estupideces. No atino a describir con propiedad lo que me rodea. Sentí algo eléctrico al ver la Peña a lo lejos, desde la carretera, cuando Irma la descubrió. Entre la imagen de internet y la Peña en vivo hay un abismo insalvable. Parece un vigilante la peña, una especie de testigo que observa, inmutable, el deambular de la gente, la risa de los niños, el destino de los hombres. Todo es amable en Bernal: sus habitantes, sus calles estrechas y empinadas, sus macetones multicolores, su lluvia intensa, sus misterios. Estoy aquí y ya quiero volver de nuevo.
Cien Palabras
Hace varios años, gracias a mi gran amigo Víctor Zarco conocí este blog, y desde entonces soy adicta a él.
Para fortuna de sus lectores hispanohablantes, Jordi habla el catalán en casa, pero su lengua literaria es el castellano.
Tras nueve años de leerlo en la red, sus seguidores pueden al fin tener sus cuentos reunidos en el libro 500 cuentos de Cien Palabras, al que se suma la gentileza del autor de dedicar cada ejemplar.
Para quienes aún no lo conocen, doy una probadita de tres cuentos del majo Jordi Cebrián. Las fechas señalan el día de su aparición en el blog.
28 diciembre, 2001
Escribiendo el mañana
Como cada día, el anciano entra en la biblioteca con el silencio respetuoso de quien pisa lugar sagrado. Accede al segundo pasillo, tras los estantes de zoología, y avanza entre los ensayos de arquitectura etrusca hasta llegar a una escalerita oculta tras un estante cargado de autores finlandeses. Sube despacio, y se acomoda en una pequeña mesita, donde abre un libro lleno de notas manuscritas. Allí escribe lo que le ocurrirá mañana a alguien. Tal vez su vecino encuentre un gato perdido, o alguien en otro país sufra una embolia mientras lee poesía. Pero el anciano no inventa, sólo copia.
18 de diciembre, 2001
Buen plan
Pagué a un matón para que me atracara mientras paseaba con mi novia, para yo poder hacerle huir y quedar como un dios ante ella. Buen plan. Paseábamos por el rompeolas, llegó, y nos pidió el dinero. Pero antes de que yo pudiera reaccionar, mi novia le dio tal ostia que lo mató. Yo estaba desconcertado, pero ella dijo que lo mejor sería tirarlo al mar. Y aunque ella no lo sabía, tampoco yo quería que me relacionaran con él. Desde entonces la autoestima de mi novia ha crecido un montón, pero yo ahora, cuando estoy con ella, tengo miedo.
15 mayo, 2009
Por una palabra
Escribí un cuento de cien palabras perfecto. La gente lo leía con avidez, y lo enviaban entusiasmados a sus amigos. Me llamaron para hablar sobre el cuento en la tele, y desde Hollywood querían adaptarlo. Entonces alguien descubrió que había escrito "porque", en vez de "por qué", así que ahora sobraba una palabra. Pero quitar cualquiera de ellas desmontaba el delicado mecanismo de relojería que había conseguido construir. Finalmente eliminé un artículo, pero ya no es lo mismo. Los críticos literarios me ignoran, han cancelado el programa al que tenía que ir, y Scorsese ya no me coge el teléfono.