sábado, 28 de abril de 2012

Un buen tema, de Aline Pettersson


     Aline Petterson.


Acabo de leer lo que de "las letras" dice Aline Pettersson. Me gustó mucho:


Las letras en sus tres versiones —la oral, la de mis lecturas y la de mi propia escritura— me ponen siempre en el camino de encuentro con el otro. Para mí es una manera de entender el mundo y a mí misma, y compartir experiencias alrededor de las preguntas esenciales que se hace el ser humano a lo largo de su vida. http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=443:aline-pettersson-invita-a-explorar-los-recovecos-de-la-mente-a-traves-de-la-literatura&catid=121:boletines


Aunque su nombre parece extranjero, Aline Pettersson nació en la ciudad de México el 11 de mayo de 1938. Así pues, pronto celebrará su cumpleaños número 74. Nosotros lo festejamos con este cuento suyo.


Un buen tema

Mentiría si dijera que uno de los placeres favoritos en mi vida es nadar. Nunca pasé de saber ciertos movimientos esenciales que en teoría parecen simples, pero que puestos en la práctica, en cuanto a mí toca, al menos, resultan casi patéticos. No logro levantar espuma con los pies; mis brazos no consiguen hendir la superficie como navajas; no me gusta sumergir la cabeza, porque se me irritan los ojos; y ponerla de lado para una de esas respiraciones acuáticas, sólo me llena las narices de agua.

Creo que estas razones son suficientes para apoyar el comentario de que la natación no es mi deporte predilecto. Pero si la vida me coloca en el trópico, acogida por sus verdes infinitos y sola a orillas de una alberca de temperatura científicamente controlada para proporcionar el punto exacto del placer, es imposible resistir la tentación. Además, mis torpes movimientos, una vez que adquieren su pauta, promueven un cauce armonioso en mis reflexiones.

Lentamente, no por otro motivo que el de mi ineptitud, le di varias vueltas a la piscina. Como ya dije antes, no sumerjo la cabeza, por lo que, con mirada de miope, gocé la intensidad verde de los alrededores. Era un momento de privilegio. Sentirme a tono con la naturaleza y agradecer los perímetros de la alberca, porque en un río, mi impericia no me hubiera otorgado paz.

Empecé a recordar la conversación con Tununa en días pasados, una amplia conversación donde se coló sin remedio el acto de escribir. Recordé sus comentarios acerca de cierta manera de hacerlo más desde dentro, de no temerle a la subjetividad delatora, de dejarse ir como lo hacía yo en esos momentos en el agua. Una serie de ideas me llegaron de inmediato, insinuándose para ser narradas desde la distancia tranquilizadora de la ficción.

Recuerdo con toda certeza en qué parte de la orilla me detuve a tomar aliento y meditar en una luminosa idea que emergía. Recuerdo también que pensé que Carver descansaba en la silla junto a mi toalla, la crema bronceadora, y el vodka tónic. Reviví su extraordinaria técnica para relatar historias anodinas que acaban creando una atmósfera alucinada. Sería la fuerza del sol a pesar de la frescura del agua; pero me pareció que yo había pescado un tema de orígenes francamente inscritos en mi propia historia, aunque no tenía intención de convertirme en personaje ni principal ni secundario. Sólo intentaba vampirizar un poco más esos pequeños asuntos de la vida. Es un buen tema. Un buen tema. Y volví a lanzarme a discurrir por la piscina, quizás ya no en forma tan apacible, porque cuando aparece una idea, ésta me quema.

Nadé durante un rato y después en la silla bebí el vodka tónic mientras esperaba que el sol no sólo secara mi piel, sino el traje de baño. Más allá de otras consideraciones acerca del nudismo, creo que no existe sensación más odiosa que la de la falsa piel que se enfría sobre la otra; tal vez así se va sintiendo la entrada de la muerte. En fin, esta reflexión se sale de tono, queda la incomodidad de la tela, que se resolvió muy pronto bajo la fuerza bárbara del sol. El cansancio, la bebida y ese sol me adormecieron.

Desde que desperté hasta ahora, no he podido recordar otra cosa que el entorno donde surgió fulgurante la idea. Pero por más que repaso una a una todas las circunstancias, y también todas las circunstancias de los personajes principales y secundarios de mi vida, no recuerdo el tema. Recuerdo sí, que entonces pensé que era un buen tema.

miércoles, 25 de abril de 2012

La gelatina y el cernícalo, de Hugo Hiriart



              Hugo Hiriart.

La gelatina y el cernícalo

Permítaseme expresar una ley humana (no más falsa y controvertible que muchas otras): todo lo que es ambiguo, equívoco, anfibológico nos produce inquietud, asco, asombro, aversión y hasta terror. La gelatina anaranjada detenida entre el sólido y el líquido, que va y viene como un ponto secretamente atado y secretamente libre, palpitante y trémula, esa materia dudosa que atarea más allá de toda esperanza las manos que quieren atraparla, monstruo remiso al vaso y a la cuchara e indócil al modelado y a la caricia, perdurable vuelo de acróbata, Babel de la solidez, hueso alimenticio y baile de máscaras es la histeria de las construcciones. ¿Quién no ha soñado que una gelatina lo traga y asimila? Cuando sepultamos la cuchara en la gelatina de leche, ¿quién recoge a quién? Todo por andar queriendo ser dos cosas a la vez.

El museo de cera es así, como la gelatina, ambiguo y desesperante. Los fijos entes de cera perturban el espíritu y no de balde se congregan en exhibición las cabezas cortadas, los asesinos, enfermos, portentos, las envenenadoras y los locos. ¿Puede concebirse un alegre, luminoso, apacible museo de cera? No creo, esos lugares son el manicomio de las tendencias, los apetitos, las inclinaciones; la versión de la “mujer bella” en cera puede espeluznar e inducir a una misoginia fulminante y definitiva. Pueden darse otras atrocidades: un hombre muy rico tenía en la sala de su casa la reproducción en cera de sus padres cómodamente sentados; otro caso para el doctor Freud, me dije; más tarde, sin embargo, pude averiguar que los padres aún vivían y que los cuatro, misteriosamente multiplicados, se sentaban a tomar el té. Desde entonces he soñado con regalarle a algún odioso su retrato en cera de tamaño natural, de ser posible disfrazado de Holofernes.

El cadáver molesta exactamente por la misma ambigüedad de movimiento y quietud, por estar totalmente quieto, parado, inmóvil. Hay seres que debieran alentar, menearse, y seres que no debieran. ¿Qué opinaríamos de los amados cabellos bruscamente vivos, delgadísimas serpientes voluntariosas, que atrapan nuestra mano comedida y la obligan a cosas? Así sucede con esas piedras que en la precipitación del juego recogemos y que en nuestra mano se transfiguran en cangrejo o en tarántula, o con los alimentos de consistencia y sabor dudosos que nos hacen suplicar “dime de una vez qué me diste de comer”. La estatua de piedra puede ser hermosa porque no entraña ningún truco y no incurre en las aberraciones de cera del extremo realismo, porque es perfectamente clara y distinta como el gorila, la flor, el rubí o la luna (y hasta eso que la flor no siempre: recordemos las fauces de las engullidoras de insectos, o algunos perfumes confusos, perversamente vegetales en los que también acecha el asco). Es muy difícil que una estatua de bronce pueda causar aversión u horror: en alguna película de Fritz Lang hay una fuente que parece de piedra labrada, pero que está hecha de inmóviles enanos vivos; en algún momento los enanos echan a andar cada uno por su lado y la fuente desaparece; la escena tiene una insuperable nitidez, no hay ambigüedades, no hay tiempo para que el espectador tenga otra emoción que el pasmo que produce la belleza. Hay quienes no pueden tener en las manos una inofensiva estrella de mar sólo porque es una bestia primitiva; lo mismo sucede con las convulsiones de la almeja que regocijan al goloso y encaminan hacia el vomitorio al gazmoño de la nutrición. La almeja, la figura de cera, el cadáver, la estrella de mar y la gelatina, la tarántula, la flor predadora, a veces el cangrejo y el sapo, se sitúan en peligrosas zonas de umbral, en la afilada indecisión de un límite, son y no son, simulan, se ocultan, se transfiguran. La primera visita al taller del taxidermista siempre desconcierta. Habremos de olvidar su prestigio legendario de anatomistas, magos momificadores, brujos que murmurando dejan caer la cucharadita de veneno en el caldero, gente anómala que opera con huesos, entrañas y linfas, tipos de reconcentrado y misterioso con mirada monomaniática y peinado a la idea fija; nada de eso encontraremos: el taxidermista es una variante terrena y prosaica del escultor. Dado que la disecación es la escultura vestida de pieles curtidas, en el taller abundan los moldes de yeso, el barro, los alambres, las herramientas del artista. Orgulloso el maestro nos enseña un amasijo de hilos y pegamento amarillo, “esto es un ganso salvaje”, nos dice, “nada más le faltan el pico, las plumas, las alas, la cola, las patas y los ojos”. Un taller de taxidermista es tan inofensivo como una peluquería. Ya nada queda de aquello que se lee en la Teoría general e historia de la disecación del Abate Rapuz con sus pingüinos voladores y murciélagos de cobre, los tigres y puercos a quienes sigue creciendo la piel, la disecación del huevo de avestruz, el simio-cometa, el pelícano de barbas rojas, y sus celebradas bestias diversas y simultáneas. Hay que decir que el animal disecado muy raras veces produce horror. Estos adormilados son más bien criaturas melancólicas sometidas a una extraña cautividad, vertebrados que se tragaron una jaula y ahora están paralizados.



Hacia el final de mi visita al taller entró un cliente con una bolsa de plástico en la mano. “Aquí le manda esto el licenciado”, dijo el cliente, “es un cernícalo”. El maestro disecador sacó de la bolsa un pobre pájaro ensangrentado, muerto. El desdichado cernícalo (una suerte de gavilán pequeño) tenía una enorme herida en el pecho; según escuché había sido muerto a pedradas. El maestro al examinarlo le extendió las alas: eran dos hermosísimos abanicos grises. “Dígale al licenciado que el martes se lo tengo.” Salí del taller con una tristeza y una especie de ira difíciles de clasificar que, según me dije, me aproximaban de verdad a los misterios de la disecación.


 

lunes, 23 de abril de 2012

SER MUJER



El pasado miércoles 18 de abril se inauguró la exposición colectiva de mujeres fotógrafas SER MUJER, en la Galería Fundación Héctor García, ubicada en Cumbres de Maltrata 581, a media cuadra del Eje 5 Sur. 2a Col. del Periodista. A espaldas del Metro Nativitas. Tel. 55 326270.

La exposición estará abierta hasta el sábado 30 de junio del año en curso y la entrada es libre.
Quedas cordialmente invitada.


jueves, 19 de abril de 2012

CaLiGrAfÍa ChInA



Mi hija tomó un curso de caligrafía china. Para poder trazar los caracteres, primero hay que aprender a sentarse con la espalda recta y mantener esa postura (lo cual parece sencillo, pero no lo es); además, claro, de preparar la tinta y hacer los trazos exactos con el pincel. Todo un arte. He aquí uno de sus ejercicios. En la parte izquierda, con caracteres más pequeños, está su nombre.

lunes, 16 de abril de 2012

FLORES DE DINERO



Encontré una página donde enseñan cómo hacer flores con dólares norteamericanos o australianos con la técnica del origami http://www.homemade-gifts-made-easy.com/origami-money-flowers.html.


Una flor de éstas sería un regalo muy original y apetecible, sobre todo si es un ramillete.


Se acerca el Día de las Madres y, en vez de llevarlas a un restaurante atiborrado, o de regalarle una cacerola o algo peor, qué mejor que darle un gran ramo de flores de dinero.



jueves, 12 de abril de 2012

Guillermo Samperio



Guillermo Samperio.


Hace algunos años estuve en un taller de cuento que impartió Guillermo Samperio en el Centro Nacional de las Artes. Me encantó el taller, me encantaron los ejercicios, y, sobre todo, me encantó el sentido del humor de este estupendo cuentista mexicano.





He aquí dos de sus minicuentos o microrrelatos, que aparecen en su libro Humo en sus ojos, de editorial Lectorum.




TERCA REDONDEZ

Calvos, imprudentes y cínicos, cabeza de coco, de banqueta a banqueta asoman sobre el pavimento los topes. Necios, en hilerita, oreja con oreja, son la urticaria eterna del chapopote. Uno los supone primitivos hombres de fierro, enterrados hasta las cejas, siempre sumisos, sabedores de la tierra y las lombrices, firmemente inquietos en el día, con redondos sueños de hule durante la noche. Son el otro rostro perfecto de los baches.




ZACATE/ESTROPAJO

La melena del zacate entra, sale, rodea, baja, raspa, lame, humedece, hace espuma, plaf, en la jabonadura, vuelve, ataca, escurre, se desliza, quita y quita, se empequeñece, se va quedando calva, la arrinconan, la juntan con otra melena, desaparece.


lunes, 9 de abril de 2012

MARCAPÁGINAS



Anzolletti.




Dama de hoja de maíz.


No recuerdo de dónde tomé estas imágenes, pero creo que varios de estos separadores de libros (o marcapáginas) son de colección.




Gustav Klimt.


Joost Swarte.




Heinz pickle.



Lauren Bacall.



Marilyn Monroe.




Join the bread of life.



Lancome.




Matisse.




Óscar Wilde.



Papiermuhle.




Rowohlt, Francia.





The art of bookmark. Cebra.

sábado, 7 de abril de 2012

De compras en los Viveros de Coyoacán



Tal vez la primavera influya, pero lo cierto es que cada vez que voy a los Viveros a comprar plantas, éstas están preciosas. Supongo que es por el "efecto invernadero" y los cuidados de los profesionales, claro, pues esas mismas plantas y flores no crecen igual en mi patio.



He aquí una pequeña muestra de lo que vimos. Me sentí como si estuviéramos en alguno de los muy hermosos parques canadienses.






viernes, 6 de abril de 2012

Remate de libros en el Auditorio Nacional 2



Francamente, esta vez me decepcionó el Remate de libros en el Auditorio Nacional. Los títulos de Tusquets editores que hace un par de años compré a 50 pesos, ahora estaban a 100. No sabía que en los remates los libros subían de precio en vez de bajar.



Remate de libros en el Auditorio Nacional.



La mayoría de los libros que había de Editorial Anagrama eran viejos y el precio dejaba mucho que desear.





Emociona verlos tan chiquitos disfrutando un libro.







Los de Quinteto estaban a 70 pesos. Hace no mucho tiempo en la librería Gandhi los vendían a 30 pesos, ahí sí a precio de remate. En esta misma librería compré varios números atrasados de Letras libres a cinco pesos. En el Auditorio los vendían a 10, 30 y 40 pesos.




Librería Gandhi.







Espero que la próxima vez los precios sí sean de remate.











Lo mejor que conseguimos mi hija y yo fue Rebelión en la granja, de George Orwell, Destinolibro. Esta obra maestra la venden a 10 pesos.