miércoles, 29 de agosto de 2012

Temporada de fantasmas, de Ana María Shua


 
 
Tres microrrelatos de Ana María Shua, mi escritora predilecta de mini o microficción, de su libro Temporada de fantasmas.

Filtro de amor


Para hacerse querer, machacar en un mortero de plomo diez ojos de murciélago y una cabeza de mamba fresca hasta reducirlas a una pasta. Incorporar lentamente quince dientes de ajo crudo y disolver en bencina. Cuando la persona amada beba este filtro le crecerá de inmediato el labio superior hasta colgar por debajo de la barbilla, sus ojos perderán color, adquiriendo un aspecto protuberante, la nariz se le achatará a la manera de los cerdos, la columna vertebral, combada, formará una joroba, las articulaciones de las manos le quedarán rígidas y deformes, se le ennegrecerán los dientes y se enamorará perdidamente de usted.


Alimentos del mar


Le gustan los calamares y los erizos, en Chile ha probado los locos y las vieyras, en Shangai aceptó encantado una medusa helada que sus anfitriones le enseñaron a comer con cucharita, ha saboreado el krill en omelettes no muy cocidos, los pepinos de mar en Indonesia, todas las variedades de algas japonesas y sin embargo algo se rebela en sus entrañas, que se niegan esta vez a retener los canapés guarnecidos (ojalá no lo hubiera sabido) con una rodajita de sirena en lata.


La escritora argentina Ana María Shua.

Concatenación


Los acontecimientos del pasado son los que determinan el presente. Por ejemplo, si tus padres no se hubieran conocido, hoy no existirías. Cuanto más se retrocede en el encadenamiento de circunstancias que conforman la historia del mundo, más inesperadas y sutiles serán las consecuencias que acarree el hecho más nimio, en una compleja, casi infinita sucesión de concatenaciones. Por ejemplo, si durante el cretásico superior cierto plesiosaurio carnívoro no se hubiera comido los huevos que una hembra de triceratops desovó tontamente cerca de la orilla, quizás, vaya uno a saber, me seguirías queriendo.
 
 

En España la llaman "la reina del microrrelato".http://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Mar%C3%ADa_Shua

lunes, 20 de agosto de 2012

Narciso, de Marcos Davison



Marcos Davison, poeta y pintor mexicano.


Fue difícil conseguir este libro, pero valió la pena la espera. Me encantó.
Asimismo, buscando fotos del autor en internet, di con su página y me entero de que es también un excelente pintor http://www.wix.com/marcosdavison/galeria.





Además de sus pinturas, la página trae un catálogo ilustrado de todas sus obras publicadas. Miro allí las cubiertas de otros dos de sus libros que no he podido conseguir: Surf y Residuos de la voz. Lo malo de la poesía es que se vende poco y por ello los tirajes son de escasos ejemplares. Ojalá algún día Max (Librería El Hallazgo), mi librero predilecto, me consiga alguno de ellos o ambos si estoy de suerte.

Hoy les comparto dos poemas de su libro Narciso.




II

La rosa de los vientos deshojada
cuando de sí la imagen está ahíta,
el mismo crepitar de luz marchita
y un tacto suave toca y toca nada.

Narciso persiguiendo su mirada,
que en la profundidad también crepita,
ignora que es él mismo lo que habita
y sus labios que besan, besan nada.

¿Cuántas noches, Narciso, no te viste?
Han dado poca luz las lunas llenas
como da poco amor el agua triste

a la sangre divina de tus venas.
La ninfa pudo amarte y no quisiste.
Hoy eres una flor que aroma apenas.







Muerte de Narciso

Las aguas y el espejo producen este día,
los gritos son burbujas que estallan en deseo,
suspiro, corazón, relámpago, aleteo,
la suma de confines que el hado predecía.

Aquí es la fuente clara, aquí la imagen mía,
que calla lo que callo y mira lo que veo,
y sólo veo letras y en ellas me releo:
intento decir algo y el eco desconfía,

intento decir nada y el hábito repite,
palabra tras palabra, tu nombre inexistente,
mi tiempo prefijado, total de nuestra suerte,

pues quiere la memoria que su reflejo imite
recuerdos de recuerdos, amor nuestro, latente,
haciendo luz y sombra, uniendo vida y muerte.



Marcos Davison.

Las imágenes de las pinturas de Marcos Davison están tomadas de su galería.

sábado, 4 de agosto de 2012

Leer y leer II, por Marta Nualart



Diálogo entre la aurora y el crepúsculo (fotomontaje de Marta Nualart).

Leer es apasionante sin más. Pero entre leer y leer hay la maravillosa conjunción de voces que encierra cada texto literario. De entre esas voces, quizá la más enigmática e irreconocible es la que emerge desde lo más profundo de mi ser cuando leo.



En una novela, en un cuento interactúan personajes diferentes y mi voz interna debe hacer algo especial cuando lee en silencio para que yo pueda identificar la multiplicidad de interlocutores e interpretar el verdadero sentido de una obra. En muchas ocasiones he llegado a confundirme y como los buenos vinos he dejado añejar algunos libros con la intención de disfrutarlos más tarde. Entre ellos está: “Paradiso” de Lezama Lima.



José Lezama Lima.

Otra lectura “para más tarde” es: “Las olas” de Virginia Woolf aunque en éste caso no sólo se trata de los (siete) personajes sino de (siete) monólogos cuyas voces navegan entrelazadas en el tiempo. El telón de fondo, la transición entre capítulos es la descripción de un paisaje que mira al mar desde la aurora hasta el crepúsculo. El tiempo, tan repetitivo en apariencia pero tan diferente y pausado como la luz del sol en su intermitente mutación cromática marca el ritmo de “las olas”. Aquí las voces transitan en otra dimensión, la dimensión poética del alma humana de cara a los abismos. ¿Cómo leer ese texto si no es en su lengua original? Cualquier traducción a esas alturas, por buena que esta sea, no deja de ser una burda interpretación.



Virginia Woolf.



¿Y qué decir del fenómeno Pessoa? Un escritor con personalidad múltiple (en realidad se trata de cuatro autores en uno) más adecuado para lectores psicoanalistas. Porque al final lo importante es poder desenredar esa bola de voces como si se tratara de ovillos y de tejidos.



Fernando Pessoa.

Paradójicamente yo encuentro más complejo enfrentarme a una sola voz como es habitual en la lectura poética. Tal vez esa sea la razón por la que considero a la poesía como “perla negra inencontrable” aunque poco sé de perlas y en cambio conozco un poco de poesía.

Cada quien elije sus joyas y me imagino que no es pura casualidad el símil. Una perla se forma accidentalmente cuando un objeto extraño entra en un molusco y como no puede expulsarlo lo va cubriendo con una sustancia propia, una sustancia que, a saber porqué, todos valoran como algo precioso. Y dice la Wikipedia –que en ocasiones como ésta es muy útil-: “El brillo de la perla proviene de la reflexión luminosa en la superficie cristalina […] Las perlas negras son únicas, de brillo intenso…” Es difícil explicar algo tan subjetivo como la relación que veo entre las perlas negras, la poesía y la voz. Por lo demás coinciden los datos: como las perlas, la poesía suele ser de pequeñas dimensiones, pulida por el tiempo y de colores nacarados. Su brillo puede ser encantador.



¿Pero cual es el significado de la voz? Hace unos días asistí a la presentación del libro: “Cambiar de corazón” de Francisco Martínez Negrete por invitación de mi amiga Elsa Torres Garza quien estaría, junto a José María Espinasa y Verónica Volkow en la mesa como presentadora. Escuché con atención todo lo que ellos comentaron y al final cuando el poeta empezó a leer, imperceptiblemente algo cambió: su voz ronca y monótona oscilaba de manera gradual del grito al susurro y al canto. Todo aquello que discurrieron antes los especialistas me hizo reír, estuve o no, de acuerdo, pero la voz del poeta llegó a mis sentidos desprendiendo capa por capa las telas de la coraza que me protege tocando lo más profundo de mi emoción. Tal vez no escuchaba las palabras con el cerebro o la razón, las palabras en sí me parecían absurdas, pero el ritmo, el tono de su voz me hizo un nudo en la garganta y por momentos, una fina veladura húmeda apareció sobre mis ojos. ¿Qué clase de prodigio era ése? No trato de comprenderlo, sólo sé que existe.




Así que la voz interior nos une con la literatura y a la vez nos separa del exterior. Ignoro si toda la gente logra sumergirse en la lectura de esa manera, supongo que no, lo cual tiene más desventajas que ventajas. Tener gobernantes que no recuerdan un solo libro significativo en su vida, es decir, la ignorancia como rasgo de un pueblo es una gran desventaja, la creatividad jocosa de los espectaculares de la librería Gandhi es una pequeña ventaja. No hace falta ser perspicaz para deducir que el sistema educativo tiene algo que ver.



Lo cierto es que la voz es un factor importante y entre leer en silencio y leer en voz alta se producen efectos diferentes. Leer en voz alta es tan contagioso y envolvente como la música. Tuve la oportunidad de observarlo en la tele cuando vi una entrevista con el cineasta Oscar Blancarte. Por él me enteré que existe en Culiacán, al norte del país, un pueblo llamado Recoveco que dedica un día completo a la lectura en voz alta de “Cien años de soledad” novela de Gabriel García Márquez. 





Ese día Recoveco lo celebra como una fiesta: cada habitante toma el libro, pasa frente al micrófono, lee un fragmento y así hasta la frase final. La gente permanece atenta sin paralizar sus actividades laborales y en el ambiente flota siempre una voz: la del primer José Arcadio Buendía, la de Úrsula, la de los demás José Arcadios, Úrsulas, Remedios y Amarantas, Aurelianos y otros personajes. La novela lo merece, el pueblo lo disfruta y por lo que vi, se enorgullece. Es una especie de círculo de lectura a gran escala.



Gabriel García Márquez.



Azar Nafisi.


La lectura tiene diferentes facetas y en los círculos de lectura las voces se abren como abanicos orientales no sólo para dar aire pero también para compartir imágenes que irisan el entorno como flores marinas. Es curioso ver como la literatura se ocupa del tema. “El Club de Lectura de Jane Austen” novela de Karen Joy Fowler  o “Leer Lolita en Teherán” de Azar Nafisi.






Karen Joy Fowler.


Los círculos de lectura son como sociedades secretas a los que para ingresar hay que pasar pruebas. Yo llegué a uno de estos círculos a través de una amiga, obsesiva compulsiva lectora poseedora de tal cúmulo libresco que me otorgaba un crédito abierto –aunque eso no me exentaba de pagar mi cuota-. Así entré a ese círculo literario, un poco más parecido a una clase particular sobre literatura universal porque existía una maestra –poeta por añadidura- que ilustraba y guiaba el curso de las lecturas. Hablo en pasado porque mi participación fue temporal; al cabo de unos meses proseguí mi camino.




La experiencia, sin embargo fue maravillosa. Cuando entré, los autores que tocaban eran Joseph Conrad y Sándor Márai. La bendita diosa de la lectura hizo que encontrara dos libros misteriosamente vinculados entre sí -además de los nexos obvios entre ambos escritores-. De Sándor Márai elegí: “El último encuentro” y en una librería de viejo hallé: “El duelo” de Joseph Conrad. Conrad nació en Berdyczów –antes Polonia, hoy Ucrania- en 1857 pero salió de su patria siendo muy joven y adoptó otra lengua. Amante de Shakespeare como su padre –quien fue condenado a trabajos forzados en Siberia por su actividad política nacionalista y por ende en contra del imperio del Zar-, Joseph optó por el exilio y se hizo marino. Un marino muy peculiar. Lo cierto es que Conrad es considerado uno de los grandes escritores de la lengua inglesa. Yo ya había leído “El corazón de las tinieblas”, novela que me pareció indescifrable, oscura, intrincada. En cambio “El duelo” es una historia más convencional: trata de un malentendido entre dos militares de rangos diferentes que adquiere dimensiones inusitadas al estallar el fuego del orgullo que permanece, sin razón, por toda una vida.


 


La obra de Márai: “El último encuentro” se relaciona también con un duelo entre dos amigos que se conocen en el ámbito militar. Uno de ellos se llama Konrád. No resisto la tentación de citar un fragmento:

"Escuchaba la música con todo su cuerpo, con una atención parecida a la que presta un condenado en su celda al ruido de pasos que quizás lleven la noticia de su salvación. En esos momentos no oía a quienes se dirigían a él. La música rompía en pedazos el mundo a su alrededor, cambiaba las leyes establecidas de manera artificial durante unos instantes: en esos momentos Konrád no era un soldado." 

Sándor Márai nació en 1900 en Kassa antiguo reino de Hungría -hoy perteneciente a Eslovaquia-. Contrario a la ideología fascista y perseguido por el régimen comunista se vio obligado a emigrar a los Estados Unidos.



      Sándor Márai.

La lectura paralela de Conrad y Márai se justificaba plenamente por la raíz eslava de sus respectivas lenguas y por la proximidad geográfica de sus orígenes. En la clase, en el círculo de lectura narré mi experiencia, comenté mis reflexiones pero aunque pasamos rápidamente a otro tema y a otros autores –en este caso a mujeres escritoras mexicanas-, me quedé pensando y leyendo a Sándor Márai:

“La madre ejecutaba la pieza con pasión: tocaban la Polonesa-Fantasía de Chopin. Era como si todo se hubiese revuelto en el salón. El padre y el hijo sentían, sentados en sus sillones en aquel rincón, en su espera paciente y disciplinada, que en los dos cuerpos, en el cuerpo de Konrád y en el de la madre, estaba sucediendo algo. Era como si la rebeldía de la música hubiese elevado los muebles, como si una fuerza invisible hubiera movido las pesadas cortinas desde el otro lado de las ventanas; era como si todo lo que había sido enterrado en los corazones humanos, todo lo corrompido y descompuesto reviviera, como si en el corazón de cada uno se escondiese un ritmo mortal que empezara a latir en un momento dado de la vida con una fuerza inexorable. Los oyentes disciplinados comprendieron que la música podía ser peligrosa. Los otros dos, la madre y Konrád, sentados al piano, no hacían caso de los peligros. La Polonesa-Fantasía era tan sólo un pretexto para desatar en el mundo unas fuerzas que todo lo mueven, que lo hacen estallar todo, todo lo que la disciplina y el orden humanos intentan ocultar.”




Cuando leo algo así comprendo por qué no veo el reloj y en cambio siento como va naciendo un volcán a mis pies, como crece, ruge y hierve por dentro a punto de explotar. Salir de ese proceso cuesta incluso cuando lo que leo es un monólogo característica que destaca en el estilo de Márai. Para mí fue un desafío, una prueba de paciencia. El parlamento que surge desde el personaje y aparenta ser un dialogo es en realidad la voz cotidiana que nos acompaña siempre en la soledad.

Luego me seguí con “La amante de Bolzano”, deslumbrante juego de espejos que describe la magia de la seducción y su victoria por encima de las apariencias. El Casanova, el Don Juan cínico e insaciable es una entre otras piezas batallando en un tablero de ajedrez cuyas figuras silenciosas van cayendo para acorralar al más notable y poderoso por un simple peón. Entretanto se desnuda el alma. Ya no hay rincón donde esconderse. Las verdades quedan al descubierto y la voz intenta ponerse en el lugar del otro como en “La mujer justa” paradójico título para una historia que explora todas las posibilidades, va más allá de lo convencional, de las limitaciones que separan a cada individuo por sexo, edad, raza y clase social. Al final ricos y pobres, mujeres y hombres se miran cara a cara con las manos vacías. Ya se ha vivido y se ha dicho todo. Me imagino al ser humano navegando en un mar oscuro y peligroso, un mar que oxida y carcome la esperanza, un estar a merced de la tormenta y de la supervivencia, como una línea de sombra, no una simple coincidencia.



Margaret Atwood.


Doris Lessing.

Para finalizar y sin tener razones muy claras pensaba atar dos cabos sueltos, dos autoras que me interesaba mencionar: Doris Lessing y Margaret Atwood… supongo que va por el mismo camino que llevó a Francis Ford Coppola a tomar como base “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad para su película Apocalypse Now… ya será para otra vez.