Porta VIII.
Hace varios años Enrique puso un disco. Me fascinó en cuanto oí las primeras notas. De inmediato le pregunté de quién era. Me mostró la portada del CD, extraña y misteriosa: un dibujo en negro y plata muestra una puerta que hasta hoy no sé si está abierta o cerrada. El título del disco: Porta VIII. El nombre del grupo: Stoa.
El grupo lo forman Olaf Parusel, compositor y tecladista, y Conny Levrow, cuya voz es mágica.
La música de Stoa es gótica, es decir, melancólica y oscura. Para mí también es cósmica e intemporal. Cuando la escucho no puedo creer que esta música provenga de nuestro planeta, sino de otro ámbito, de algún lugar que puedo recorrer con mi mente, pero que no existe en la Tierra.
No sé a ciencia cierta qué posee esta música, pero no es terrenal. Se me ocurre decir que lo que ha creado Parusel es la música de las almas de quienes fueron inmensamente desdichados y de algún modo ajenos a este mundo, y que encontraron una especie de gozosa redención espiritual en otras órbitas, cielos o cosmos.
Pienso en Poe, en Lovecraft, en Rimbaud, en Van Gogh y en tantos otros artistas malditos.
Mi hija Andrea dice que con esa música "se viaja" y así es. La mente se echa a volar en el tiempo hacia una voz o cadencia que nos llama, que nos seduce con su hechizo, y flotamos en regiones que hasta ese momento han permanecido ocultas en algún lugar que nunca antes visitamos.
Esta región no es cálida, pero tampoco es fría en el sentido que le damos al frío. Es el lugar de la melancolía que nos habita y que Parusel ha convertido en acordes solemnes, místicos y majestuosos.
Un día por fin Stoa vino por segunda vez a México y corrí a verlos. Fui sola porque nadie quiso acompañarme.
Stoa no es un grupo de multitudes, afortunadamente. Se presentaron en el Teatro Ferrocarrilero, allá por Tlatelolco.
Mi boleto correspondía a la tercera fila y me engolosiné viéndolos tan cerca. Para entonces Conny Levrow había dejado el grupo para continuar su carrera en la música clásica y en su lugar estaba Antje Buchheiser, de voz tan hermosa como la de su antecesora. Había también una integrante más: Christiane Fischer, quien toca el violoncello.
Stoa.
Lo único que sé de los llamados chavos dark, darkies o darketos es que son devotos de la música gótica, que aman lo oscuro, lo sobrenatural y vestirse de negro.
El día del concierto tal vez yo también debí vestirme de negro. El teatro estaba a rebosar de darkies. Las diez o doce personas que no lo éramos destacábamos como si lleváramos colores chillones o fosforescentes. Al principio me sentí fuera de lugar, como una usurpadora o algo por el estilo. Incluso, tontamente, sentí un poco de temor.
Los darkies son tan o más pacíficos que los hippies. No van con flores en el pelo ni predican paz y amor, pero nada más lejos de lo agresivo que los darketos. Una vez comenzado el concierto, me sentí hermanada con ellos por la música. Nunca, en un concierto de este tipo, vi un auditorio más respetuoso ni más embebido en la música que ellos.
Stoa es un grupo alemán y, curiosamente, donde han tenido más éxito es en México. Aunque la palabra no es éxito, sino veneración.
Su primer álbum fue Urthona (mi predilecto), al cual le siguieron Porta VIII y Zal. Ignoro por qué, pero lamentablemente ya no se consiguen en México.
Hace unos instantes (¡qué emoción!) me entero por internet de que han sacado un nuevo álbum titulado Silmans.
La letra que reproduzco a continuación es de una pieza de Urthona y, desde el título, define lo que he tratado de decir de la música de Stoa, creo que sin conseguirlo.
(N)ever
You're within reach
but out of here.
Your breath and warmth
are always near -
But lost to me.
I'm bound by laws
and chained in time.
I'm filth and lie
and flesh of mine -
(But) your traces in me.
That grain of light
You sent to here
Goes unattainable to me -
Goes underground.
Your depth and height
Removed from me.
In mind and blood
I'll gradually
- Turn to stone.
[Lyrics: K.-U. Skerra]
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