martes, 3 de julio de 2012

Los desiertos dorados, de Héctor Bianciotti



No me gustó Los desiertos dorados, de Héctor Bianciotti, porque no se cuenta ninguna historia.


En varios momentos, a lo largo de la novela, se siente un misterio, como que algo se revelará de repente que trastornará las vidas de todos los que se encuentran en la isla, pero finalmente nada ocurre, razón por la cual me pareció que leerla había sido una total pérdida de tiempo.

Y, sin embargo, vuelven a mí las imágenes de la casa de Consuelo Perth, el mar frente a la misma, la lluvia tras las ventanas, los extraños personajes, el perro Alamar...

En fin, algo debe de haber en Los desiertos dorados para que todo lo que fluye en ella se me quedara grabado con tanta persistencia en la memoria.
Cabe desde luego la posibilidad de que mi lectura haya sido totalmente deficiente o errónea.





Hace muchos años leí, del mismo autor, El amor no es amado y me encantó, pero lo curioso y lamentable es que hoy no recuerdo ninguno de los cuentos que integran este libro. Tal vez sea hora de releerlos.




Hace unos minutos, buscando fotos del autor para ilustrar esta entrada, me entero con tristeza y asombro que murió hace menos de un mes, el 12 de junio pasado, a los 82 años de edad.