domingo, 6 de mayo de 2012

GIANNI RODARI



Les comparto algunas de las historias de El libro de los errores, de Gianni Rodari, en la estupenda versión de Mario Merlino.



La voz de la "concencia"

Conozco a un pobre señor
de León o de Plasencia
que se jacta de escuchar
la "voz de la concencia".

Lo más triste de este hombre
de Huesca o Valladolid,
es que a su escasa "concencia"
siempre le falta una "i".

Si él roba, ella lo alienta.
Si él se pone arrogante
ella manda un telegrama:
—Enhorabuena, gigante.

¿Él ensarta más mentiras
que hay agujas en un pino?
Ella en seguida lo aplaude:
—Muy bien hecho, eres divino.

Y debiérais escucharle
cuando dice sin matiz:
—¡Vivo en paz con mi concencia,
y me siento muy feliz!

He intentado advertirle,
incluso hacerle entender
que una "concencia" como ésa
no se puede sostener.

Pero él me ha respondido:
—¡Tanto lío por una "i"!
—ese señor engreído
de Segovia o de Madrid.




Niños y muñecas

Mi niña tiene una muñeca
y la muñeca tiene de todo:
la cama y el cochecito,
la cocina con sus muebles,
tazas, cubiertos, tazones,
un armario con vestidos
bien colgados de las perchas
y un automóvil a cuerda
donde pasea a su antojo
cuando andar le sienta mal.

Mi niña tiene una muñeca
y la muñeca tiene de todo,
incluso otras muñecas
pequeñas y regalonas,
también ellas con sus ropas,
tazas, cubiertos, teteras,
y un dormitorio lujoso.
Poco donaire
tiene esta historia
si hay muñecas en la gloria
y niños que viven del aire.




El sol negro

Mi hija
ha dibujado
un sol muy negro, de carbón,
sólo rodeado de unos rayos
amarillo limón.
Le he mostrado el dibujo a un médico.
Ha meneado la cabeza. Ha dicho:
—La pobrecita, me temo,
está atormentada por un gran desvelo,
que le hace ver todo negro.
En el mejor de los casos,
tiene un defecto en la vista:
llévela ya al oculista.

Por lo que el médico dice,
siento un tremendo temor.
Pero, si miro el papel más a fondo,
descubro en letra menuda: "El eclipse".


El niño y la mesa

  Un niño, jugando, se dio contra la mesa, se hizo daño en una rodilla y gritó enfurecido:
  —¡Mesa estúpida!
  El padre había prometido llevarle una revista ilustrada, pero se olvidó. El niño se puso a llorar, el padre se enfureció y dio un grito, nervioso:
  —¡Niño estúpido!
  La mesa se puso muy contenta.

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